Suelen preceder a la EC, aunque también pueden manifestarse simultáneamente e incluso después de ella. Los pacientes que las padecen son considerados grupos de riesgo ya que su asociación se produce con una frecuencia superior a la esperada:
Dermatitis herpetiforme
También conocida como enfermedad de Duhring, es una erupción cutánea extremadamente pruriginosa compuesta de protuberancias y ampollas o vesículas que aparecen usualmente en los codos, las rodillas, la espalda y los glúteos. En la mayoría de los casos, la erupción es del mismo tamaño y forma en ambos lados. La erupción es crónica, lo que significa que continúa durante un período de tiempo prolongado. Se desconoce su causa; sin embargo, la dermatitis herpetiforme frecuentemente está asociada con la enfermedad celíaca.
Para el diagnóstico, en la mayoría de los casos, se realiza una prueba de inmunofluorescencia directa y una biopsia de piel. El médico puede recomendar también una biopsia intestinal.
Este trastorno se puede tratar con dapsona, un antibiótico que puede ayudar a la mayoría de los pacientes. Asimismo, se recomienda una dieta libre de gluten con el fin de controlar la enfermedad.
El cumplimiento de dicha dieta puede eliminar la necesidad de los medicamentos y prevenir complicaciones posteriores.
La enfermedad se puede controlar bien con tratamiento, pero sin éste, el riesgo de cáncer intestinal puede ser significativo.
No se conoce una forma de prevención para esta enfermedad, pero las personas que la padecen pueden prevenir las complicaciones evitando alimentos que contengan gluten.
Diabetes Mellitus tipo I
Aproximadamente el 8 % de los pacientes celiacos son diabéticos tipo I (DM I). Además, se ha observado que el 3,5 % de hijos de padres diagnosticado de DM I desarrollan la EC. Por todo ello, es necesario hacer una monitorización mediante pruebas serológicas específicas de EC en éstos diabéticos (Not y col, 2001).
Intolerancia a la lactosa
Es la incapacidad de digerir la lactosa, azúcar presente de forma natural en la leche y sus derivados. La lactosa es un disacárido, formado por la unión de los monosacáridos glucosa y galactosa. Su desintegración es llevada a cabo a nivel intestinal por una enzima llamada lactasa, que convierte la lactosa en glucosa y la galactosa. Esta enzima se encuentra en el intestino delgado.
Al carecer de esta enzima, la lactosa no se desintegraría en sus monosacáridos y pasaría directamente al intestino grueso provocando síntomas como dolor abdominal, hinchazón, flatulencia y diarrea.
La intolerancia a la lactosa se caracteriza por la regulación decreciente de la actividad de la enzima lactasa.
La enfermedad celiaca, a diferencia de la intolerancia a la lactosa, es una enfermedad autoinmune producida por la ingesta de gluten y prolaminas relacionadas. Las personas celiacas al ingerir gluten sufren atrofia de las microvellosidades intestinales del intestino delgado, lugar donde se genera la enzima lactasa viéndose disminuida su producción. Debido a esto muchas personas diagnosticadas de enfermedad celiaca son además intolerantes a la lactosa.
Este problema normalmente desaparece en las personas celiacas al realizar la dieta sin gluten correctamente ya que esta dieta permite la regeneración de las microvellosidades intestinales consiguiéndose así la recuperación de la producción de la lactasa y la correcta absorción de los nutrientes.
Déficit selectivo de IgA
Al menos el 1 % de los pacientes celiacos van a presentar una deficiencia de IgA, circunstancia que debe ser conocida por el médico, ya que los marcadores serológicos de la EC son IgA, lo que puede determinar la aparición de falsos negativos. En tal caso se solicitarían marcadores serológicos IgG, muy sensibles, pero menos específicos para la EC (Ramírez y col., 2016).
Síndrome de Down
La prevalencia de EC es al menos un 2 % (Gale y col, 1997) pudiendo llegar a un 6-7 % según Carnicer y col., (2001) en aquellas personas que padecen el síndrome de down, lo que representa un riesgo superior al de la población general.
Enfermedad hepática
Existen multitud de estudios científicos que avalan la relación entre el diagnóstico tardío de la EC y patologías relacionadas con el hígado. No obstante, cuando se llega al diagnóstico y se comienza con la DSG en la mayoría de los casos tras iniciarla, los niveles bioquímicos relacionados con el hígado suelen normalizarse (Bardella y col., 1995, Duggan & Duggan, 2005, Sainsbury y col., 2011).
Enfermedades de tiroides
En la bibliografía científica existente se muestra evidencia en la relación entre desórdenes endocrinos y la EC (Collin y col., 1994). Entre estos desórdenes destacarían las enfermedades vinculadas con el tiroides. Según un estudio realizado por Ventura y col., (2000) hay una prevalencia de un 14 % de personas con EC que presentan desórdenes relacionados con el tiroides. Suelen ser tiroiditis autoinmunes, tiroiditis linfocitaria, o enfermedad de Graves-Basedow con una prevalencia aproximada del 5 %. Es más frecuente el hipotiroidismo que el hipertiroidismo.
Existen otras enfermedades asociadas a la EC como el vitíligo, alopecia areata, artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico, síndrome de Sjögren, enfermedad de Addison, nefropatía por IgA, encefalopatía progresiva, síndromes cerevelosos, etc. Todas estas con menor prevalencia de EC que las descritas anteriormente.